En la Edad del Bronce se intensifica y mejora tanto la agricultura como la ganadería, provocando una aparición de poblados con estructuras estables como el poblado de Zafranales, el Regal de Pídola o Tozal de Marcuello. También se habitaron cuevas como Cueva del Moro de Olvena y la de las Brujas de Juseu. Y, aunque se siguió trabajando la piedra y el hueso, los punzones, alfileres, hachas y puntas de flecha son los útiles típicos de este periodo. En estos lugares se ha localizado gran cantidad de alfarerías realizadas a mano, siendo especialmente característicos los vasos con asa de apéndice de botón que se exponen en el museo y se dan en la parte oriental de la provincia en los últimos momentos del periodo.
Las vasijas de la I Edad de Hierro, localizadas en El Castellazo de Robres y el Tozal de los Regallos de Candasnos, siguen sin utilizar torno pero muestran una factura diferente a la anterior.
Aunque persisten los dólmenes propios del megalitismo calcolítico, en las fases terminales de la Edad del Bronce se produce un cambio significativo: la propagación de la cultura de los campos de urnas 1100 – 350 a. C., tales como en El Castellazo, donde se acompañan las cenizas del difunto de vasitos cerámicos para ofrendas y un ajuar.
Llega la historia
Los íberos poseían su propia lengua y escritura, además de moneda y, aunque aparecen de forma tardía en la provincia, 350 – 50 a. C., han dejado pruebas de su vida en poblados y su rito funerario basado en la cremación. De su cerámica, de alta calidad gracias al uso del torno y decoración geométrica o vegetal policromada, hay constancia en La Litera, Olriols y la Vispesa. Sin embargo, la máxima expresión artística es la escultura como el monumento expuesto de Binéfar y la estela de La Vispesa o las estatuas de Albelda en Els Castellassos.
Es en época ibérica cuando se generaliza la metalurgia del hierro.