Esta elegante representación femenina llevada a cabo en 1661, muestra a Santa Inés, joven mártir cristiana, identificable por sus atributos parlantes; cordero, lirios y palma.  Ataviada a la moda de la alta nobleza anglo-neerlandesa de mediados del siglo XVII, es una muestra de la importancia e influencia de los gustos cortesanos como creadores de corrientes artísticas.  

Santa Inés, doncella romana nacida a finales del siglo III, sufrió martirio a los trece años al desairar las pretensiones del hijo del prefecto de la ciudad de Roma en época del emperador Diocleciano. Figura destacada del santoral cristiano y reconocida como una de las grandes mártires de la Iglesia, sus restos son venerados desde hace siglos en la basílica extramuros que lleva su nombre en la ciudad eterna.

Lienzo de Santa Inés. NIG 00041. Foto: Museo de Huesca

En este caso se la ha representado como una elegante damita, cuya santidad es únicamente reconocible por la simbología que lleva asociada. El cordero que aparece a sus pies cuyo nombre en latín “agnus” por asimilación se identifica con el nombre latino de la santa “agnes” y que, desde sus primeras representaciones iconográficas, han identificado a esta mártir. Por otro lado, los objetos que porta en sus manos, la palma alusiva a su martirio y los lirios, símbolo de su pureza.

Retratada desde un punto de vista más bajo, recurso que la realza, en una composición rigurosamente triangular y con una elegante pose de cuerpo entero con la cabeza ligeramente ladeada, la estudiada pose asimétrica de sus brazos, ladeado uno sobre su cuerpo y otro en ángulo de noventa grados, le confiere una gran fuerza. Se trata de un elegante contraposto del que emerge con fuerza la figura situada en entre un paisaje boscoso y el cielo nuboso. Su rostro juvenil, tratado con gran delicadeza y finura, observa al espectador de manera directa, lo que establece un nexo de conexión entre ambos.

Detalle del lienzo de Santa Inés. NIG 00041. Foto: Museo de Huesca

A la hora de plasmar a la santa, el artista recurrió, en un claro ejercicio de anacronismo intencionado, a los modelos presentes en el retrato cortesano coetáneos de la realización de la obra a mediados del siglo XVII. Se trata de un tipo de representación que es heredera formal, en primer lugar, de aquellos llevados a cabo por el pintor flamenco Anton Van Dyck en trabajos realizados para la corte inglesa, tanto para la realeza como para los miembros de la alta nobleza, en la que dejó una importante huella perdurable durante décadas después.  Pero sobre todo es mucho más patente en las obras de algunos de sus más importantes seguidores, los pintores Caspar Netscher y Peter Lely que a lo largo de su trayectoria artística plasmaron en sus obras a egregias damas, tanto de la nobleza inglesa como de la alta sociedad neerlandesa ataviadas a la moda presente en sus países en con actitudes y gestos como los que aparece esta mártir.

Acorde a la moda imperante en la alta sociedad en este momento, santa Inés va peinada con masas de rizos a ambos lados de su cara y en su cuello desnudo luce un vistoso collar de perlas. Ataviada con un vestido de raso blanco y azul de cuerpo entero con gran vuelo inferior hombros caídos y voluminosas mangas decoradas con cintas. Un chal azul le rodea el torso, recogido con un gran broche en la parte frontal. La parte posterior de esta prenda ondea libremente al viento, lo que confiere un gran dinamismo a la composición que se refuerza con la curvatura de la palma que porta en una de sus manos.

Detalle del broche del lienzo de Santa Inés. NIG 00041. Foto: Museo de Huesca

Este tipo de prendas lujosas cobraron gran importancia en el siglo XVII en la corte inglesa, donde aparecen representadas así numerosas damas de la realeza y nobleza, debido a la popularización en ese momento de la utilización del índigo, fruto del comercio colonial, como colorante azul de prendas.

Nos encontramos ante una pintura de calidad que muestra una composición en la que prima la serenidad, elegancia y dulzura, donde no existe ninguna evocación ni recuerdo hacia los tormentos a los que fue sometida la joven mártir. La leyenda de la parte superior izquierda “S.Ynes” y  la presencia de sus símbolos parlantes son los elementos que  permiten su  identificación, ya que si no fuese por los mismos perfectamente  podía pasar como una elegante dama de la corte inglesa de mediados del siglo XVII.

Leyenda de la parte superior izquierda “S.Ynes” del lienzo de Santa Inés. NIG 00041. Foto: Museo de Huesca

Se trata de un retrato singular en la plasmación de santas en la España barroca, que adopta una formulación de carácter cortesano completamente ajena a la moda imperante, tanto en indumentaria como peinados y aderezos, en esos momentos en los territorios peninsulares de la monarquía hispánica. 

El hecho de recurrir a modelos foráneos, ajenos a los dictados de la moda coetánea en España en esta época, denotan a un autor con conocimiento directo de la pintura flamenca o inglesa de ese momento, bien a través de las numerosas estampas que difundían el trabajo de los grandes maestros o bien a través del contacto directo con obras de esta escuela.

Lienzo de Santa Inés antes de ser restaurado. NIG 00041. Foto: Fernando Alvira. Museo de Huesca

Se trata de una de las pinturas que ingresaron en a los pocos años de la fundación del museo en el siglo XIX y que provenían de la colección particular atesorada por Valentín Carderera, erudito y prócer oscense, quién la donó al recién nacido Museo de Huesca para integrarla en sus colecciones en el año 1875 al hacer entrega de una segunda remesa de obras, donde se encontraba esta pintura.

Desde entonces ha formado parte de sus colecciones, y como tal figura en los sucesivos inventarios de obras que se llevaron a cabo en los siglos XIX y XX. En el año 1977 se depositó en el Ayuntamiento de Huesca, donde se restauró. Durante más de cuatro décadas ha estado ligada a esta administración como ornato de espacios de representación. A comienzos de 2021 retornó al Museo de Huesca, donde se muestra al público, integrada como obra destacada en la sala de pintura barroca.

Fernando Sarría Ramírez

Menú