Mosaico funerario del primitivo cristianismo tardorromano oscense. Su función era ser la cubierta en la tumba del difunto representado, cuyo nombre aparece en la inscripción ubicada en el tercio superior de la lauda: Rufo dul/cisimo / coniugi/suo Viuent-/ius sepulc(h)ru-/m adornau-/it (crismón) (Vivencio adornó este sepulcro para Rufo, su dulcísimo esposo) [Transcripción y traducción de Francisco Beltrán].
Realizada en caliza y pasta vítrea con la técnica del Opus Tessellatum (nombre en latín de la técnica de mosaico griego y romano, a partir de teselas de un tamaño superior a unos 4 mm para cubrir grandes áreas), muestra una figura masculina en posición frontal con los brazos abiertos y las palmas de las manos vueltas, posición típica el orante.
Se encuentra rodeado por multitud de elementos simbólicos: una pareja de palomas y de discos solares, a los pies del personaje; hojas de hiedra y un crismón central, que hacen referencia a la entonces nueva pujante religión y sus ritos, con la inhumación de sus fallecidos y la esperanza de su resurrección.
ÉPOCA BAJOIMPERIAL ROMANA
Los romanos practicaron un sincretismo religioso que les llevó a incorporar deidades locales procedentes de todos los territorios del imperio, especialmente a partir de época bajoimperial.
La llegada del cristianismo a Huesca, donde cobra gran importancia por aquel entonces punjantes comunidades del norte de África, tiene su reflejo en las tres excepcionales laudas sepulcrales paleocristianas procedentes de Coscojuela de Fantova, en el Somontano de Barbastro, que aparecieron de forma casual en unas obras realizadas en Monte Cillas en 1921 y que se exhiben en la Sala 3 del Museo de Huesca.