SALOMÉ CON LA CABEZA DE SAN JUAN BAUTISTA
El tema de la pintura narra un pasaje de la vida de san Juan Bautista que relataron los evangelistas san Mateo (14, 1-2) y san Marcos (6, 14-29).
La imagen de Salomé, vestida con un elegante y opulento traje y luciendo turbante adornado con suntuosas joyas, sobresale del fondo del lienzo llevando en sus manos una bandeja con la cabeza del Bautista. El color azul anima la tonalidad del lienzo aunada en blancos, rosas, ocres y marrones. La iluminación expande un juego de luces en anatomías e indumentaria.
Esta pintura es una copia del original que Guido Reni pintó, hacia 1630-1635, para el Palacio Corsini en Roma, hoy en la Galería Nacional de Arte Antiguo de la misma ciudad. La cabeza de Salomé figuró en una serie de grabados que reune cabezas sobre pinturas de artistas italianos. El conjunto se debe a Paolo de Fidanza, pintor y grabador del siglo XVIII.
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SANTA LUCÍA
Inscrita en círculo, la figura de santa Lucía aparece representada de medio cuerpo, con la cabeza vuelta hacia su izquierda y levemente levantada hacia lo alto, donde dirige su mirada.
Ataviada con ricas vestiduras, un manto cubre sus hombros y se recoge en su brazo izquierdo. Luce collar de perlas, diadema de rosas y hojas en su cabeza y fino aro dorado como aureola. En sus manos porta palma y bandeja con unos ojos sobre el libro cerrado de los Evangelios.
Una luz cálida invade la figura donde queda marcado el suave modelado del rostro y manos, así como los claroscuros en los pliegues de su ampulosa indumentaria.
El modelo es igual a otra santa Lucía, obra del mismo autor, Vicente Carducho, y fechada en 1637 depositada por el Museo del Prado en la Diputación Provincial de Albacete.
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SIBILA
Representación femenina de una sibila, mujer pagana de la Antigüedad a la que se le atribuían poderes proféticos. Representada de tres cuartos, levemente girada a su izquierda, vuelve la cabeza a su derecha mientras cruz sus brazos apoyando sus manos sobre el libro de las profecías, que sujeta al mismo tiempo. Su indumentaria al estilo oriental es rica en telas y en aderezos.
La imagen que ocupa casi la totalidad de la superficie del lienzo, sobresale del fondo oscuro y neutro con un acentuado modelado, unos moderados colores y una expresión ensimismada, reflexiva, con esos negros ojos que dirige hacia arriba.
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