Tabla perteneciente al desaparecido retablo mayor del monasterio de Santa María de Sijena. Se trata de uno de los grandes proyectos del Renacimiento español, sufragado gracias al mecenazgo de la priora María Ximénez de Urrea.

Esta pintura, junto con otras tres que representan escenas de la Vida de la Virgen: El abrazo ante la Puerta Dorada, El Nacimiento de la Virgen y La Visitación, fueron donadas por Valentín Carderera al Museo de Huesca en el año 1873 y forman parte de la colección estable del museo desde entonces.

La Anunciación. NIG 00003. Foto: Museo de Huesca

Obra de gran presencia, su creador, pintor centroeuropeo, desarrolló una tabla de gran personalidad caracterizada por un dibujo preciso que inserta figuras monumentales en escenas donde coexisten con multitud de pequeños detalles minuciosos: indumentaria, joyas, ambientes domésticos y paisaje. Todo ello tratado con un vivo cromatismo que realza los volúmenes de lo representado.

La escena narra el momento de La Anunciación. En primer término, a la izquierda, el arcángel San Gabriel sujeta con su mano derecha el extremo de la filacteria que lleva inscrita el texto de salutación.

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Detalle de La Anunciación. NIG 00003. Foto: Museo de Huesca

María, arrodillada ante un reclinatorio, cruza sus manos en actitud de recogimiento. Sobre ella, la paloma del Espíritu Santo y, acompañándola, las Virtudes Teologales y Cardinales. En el suelo, el jarrón con flores de azucena, símbolo de pureza.

Al fondo, a través de un vano que se abre al exterior, se aprecia un jardín vallado con cipreses, que hacen alusión a la castidad de la Virgen. La figura masculina que se ubica en el patio hace alusión a San José. En el lado izquierdo, también al fondo, podemos apreciar un ambiente doméstico: una cocina y una figura femenina en ella, que representaría a Santa Ana como madre de familia.

Este artista toma influencias de diversas fuentes: el grabado tipográfico para la decoración renacentista de los elementos arquitectónicos, tomada de libros impresos del norte de Italia; las líneas del realismo flamenco del siglo XV en el minucioso dibujo que refleja su carácter detallista; o la influencia de las estampas gráficas de Albert Altdorfer, como podemos apreciar en la figura del arcángel San Gabriel.

El rojo, el verde, el blanco y los ocres, son los colores predominantes, al igual que los dorados. Los personajes, desproporcionados con respecto a la arquitectura, se sitúan en los primeros planos, llena de quietud y silencio.

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