Quizás ahora más que nunca, en estos días en que debemos quedarnos en casa, nos acordamos de ese exterior en el interior que es el maravilloso patio octogonal del Museo de Huesca y de lo agradable que resulta darse un paseo por él, recorrer sus porches, sentarse en sus cadieras y sentir la paz que en él se respira.

Cuando podamos volver, lo encontraremos además más bonito que antes, pues en las últimas semanas se ha procedido a su saneamiento y pintado. El Museo de Huesca está cerrado al público, pero sigue trabajando en la mejora y mantenimiento de sus infraestructuras con cargo a los presupuestos del Gobierno de Aragón.

La pintura del patio viene a finalizar una serie de actuaciones que se han llevado a cabo a lo largo de los últimos meses, como han sido la restauración de las cadieras y la mejora de las luminarias, para ofrecer a nuestros públicos una imagen renovada del mismo en consonancia con la importancia del resto del inmueble.

El patio, tal y como lo conocemos hoy, mantiene la disposición que se le dio tras la reforma del edificio en los años 60 del siglo XX para reconvertirlo en museo. Así, la fuente marca el centro de un espacio empedrado con cantos rodados que mediante ocho caminos, separados mediante parterres, se conecta con cada uno de los lados del octógono.

En el Portal de Documentos y Archivos de Aragón (DARA) podemos encontrar numerosas fotografías que nos muestran como lucía en la primera mitad del siglo XX con un jardín central vallado, son principalmente imágenes de cuando el edificio era Instituto de Segunda Enseñanza. Instantáneas muy similares a la que el pintor oscense Félix Lafuente inmortalizó en 1896 y que podemos contemplar en la sala 8 del Museo de Huesca.

En el año 2001 se modificó la fuente central restaurando su aspecto según las imágenes antiguas que del patio se conservaban. Esta intervención la realizó la Escuela Taller Joaquín Costa IV de Huesca subvencionada por el INEM y el Ayuntamiento de Huesca y bajo la supervisión del maestro cantero Carlos Goñi Iturraspe. Gracias a sus investigaciones sabemos que la pequeña fuente que había en el patio, ya cuando a finales de los años 60 se traslada el museo al antiguo edificio de la Universidad Sertoriana, sería lo que quedaba de la original tras un accidente acaecido en algún momento posterior a 1945, última fecha de los testimonios fotográficos conservados.

Poco se sabe realmente de esta fuente, en opinión de Carlos Goñi, se colocaría en el centro del patio octogonal a finales del siglo XVII cuando se construye el edificio de la universidad de la mano del arquitecto Francisco de Artiga, bien trayéndola nueva o reutilizada de algún palacete renacentista, incluso pudiera ser una pieza de origen musulmán del siglo X. Lo que está claro es que está realizada en mármol blanco de Carrara y se trata de un trabajo artesanal de gran calidad, destacando la labor de buril de la piña superior. Lo que quedó de la fuente original fueron el vaso grande, una minúscula porción del fuste que sujetaba la piña, el vaso pequeño, parte del fuste mayor y la piña. Estas tres últimas piezas eran las que conformaban la fuente pequeña y en la restauración se incorporaron las dos primeras.

El patio del Museo de Huesca siempre ha sido un lugar especial, de sosiego y disfrute individual pero también un lugar de socialización y disfrute colectivo. En el patio se celebran actividades didácticas para familias como las del Día Internacional de los Museos (DIM), campus culturales y actividades educativas con escolares de todas las edades, es el escenario institucional del Día de Aragón y sirve de marco incomparable para conciertos y actuaciones, entre otras muchas cosas.

Esperamos muy pronto poder volvernos a encontrar en nuestro recién pintado patio, paseando bajo la sombra de sus cipreses mientras se escucha borbotear el agua de la fuente en un cálido día de primavera. Y para que esto ocurra cuanto antes, ahora nos quedamos en casa.

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